ALTEA MORGAN
Altea Morgan (Murcia, 1983), de pequeña, se escondía en la biblioteca de sus padres por pura timidez, y, por causa de fuerza mayor, comenzó a leer los libros que tenía a su alcance. Con los años, cursó Derecho y un Master de Investigación, especializándose en Historia del derecho. Durante años escribió relatos de terror y de ciencia ficción pero pronto encontró su verdadera pasión por escribir gracias a los fanfics de corte romántico y de aventuras. Tras haber publicado más de una docena, supo que debía comenzar con su propia historia el día que dio su permiso para que se tradujeran al inglés y al portugués. En 2016 publicó su primera obra, De Bombay a ti, bajo el sello HQÑ, finalista en el V Premio de Novela Romántica Vergara. y, en el mismo año la segunda, Entre líneas, en la selección RNR.
Tras la publicación de estas novelas, Altea Morgan comienza un ritmo trepidante de creación con la Bilogía Tokio: Al destino no le gustan los curiosos y Al destino le gustan los valientes (2018) y en 2019 con Las normas del avión de papel, primer libro de la serie Ruido y Cinco días para estar contigo.
Altea Morgan escribe novela romántica histórica con la misma soltura que con la contemporánea y considera que de entre sus libros, sin duda, ella elegiría como favorito El año de Simon.
"Meredith Tanner se llevó un poquito de mí con ella. Disfruté muchísimo escribiéndolo y poniéndole piedras en el camino a la pobre Mer. Además, su historia de amor me encanta, creo que es de las más bonitas que he escrito"
En 2021 apareció la segunda parte de la serie Ruido con el título El juego de adivinar.
En la actualidad, sigue viviendo en su Murcia natal.
Fragmento de Al destino le gustan los valientes (Tokio, 2) (2018)
"Llegaba tarde. Parecía que, cuanta más prisa tenía, más se emperraba Luton en hacerme la vida imposible. Con su lluvia y su humedad, no parecía a priori el mejor lugar para mí. Sin embargo, había adaptado mi vida y mi rutina a la ciudad. Aunque no por mucho tiempo más, si todo salía tal y como lo había planeado. Me miré en el espejo que tenía en la entrada del piso; sonreí. Mi madre me había teñido el pelo de un rubio oscuro que, para qué mentir, no me quedaba mal. Aunque me encantaba el cambio de look, más me gustaba la sorpresa que le iba a dar. Había hablado con él por Skype con gorritos absurdos, aduciendo que me moría de frío o que se me había roto la calefacción, e incluso con una toalla como si su videollamada me pillara recién salida de la ducha. Miré el reloj. El avión estaba a punto de aterrizar"
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